Ala de Avispa Editores

¿De dónde tus nombres, Emilia?

Si no hay contrato, no hay trato.

Por Luis Fernando Escalona

El escritor Alonso Zago, en su novela Senderos de lluvia, afirma que el nombre “es sentido de pertenencia, es cercanía y unidad”. Y más adelante se pregunta a sí mismo cómo nace un nombre.

Y es que ahí radica la esencia de los personajes literarios. Pensemos, por ejemplo, en Pedro Páramo, un nombre que nos remite a la sequedad y a las rocas, elementos de un ambiente árido como el que rodea al padre de Comala. Harry Potter, desde sus letras, ya nos remite al caldero de los magos y Soledad, protagonista de Loba, novela fantástica de Verónica Murguía, refleja la valentía de un espíritu fuerte y solitario.

Podemos buscar este atributo primario en el personaje que nos venga a la mente, pero gastaríamos tiempo enumerando los ejemplos. Y es que desde el Génesis, ya Dios le daba nombre a las cosas y facultó al ser humano para que nombrara a todos los elementos de la Creación.

La misma emperatriz en La historia interminable se cura con un nombre nuevo. Pero, ¿cuántos nombres podemos tener? ¿Con cuántos nos recuerda la gente o con cuál de ellos, si tenemos más de uno, nos sentimos reconocidos? ¿Con cuál de tus nombres te sientas más identificada tú, Emilia?

La novela de Godofredo Rojas, Todos tus nombres, Emilia, es una historia de intriga y amor. Se tocan temas sociales, sí, pero más allá del entorno, está la esencia de los personajes, con los cuales podemos sentir proximidad, casi como si estuviéramos ahí, pues resultan tan humanos como nosotros, con sus conflictos y complejidades.

Y no sólo es por su belleza que nos deslumbra la protagonista. Es por esa personalidad profunda y misteriosa; en ese lugar, el misticismo que la rodea despierta nuestro interés y nos cautiva. Nos vuelve Matías, el personaje principal, a lo largo de las páginas y, como él, queremos estar con ella, salvarla y habitarla.

Pero, ¿de dónde surgen Mariela, Valeria, Fatana y todos tus nombres, Emilia? Pues en cada uno de ellos, está el vigor de la personalidad. Pareciera que Valeria no es como Mariela o que Fatana no es Emilia; y sin embargo, todas son parte de la misma, y eso contribuye a que nos enamoremos de ella, a que nos seduzca, nos intrigue y nos atrape en las páginas del libro; un libro bien diseñado por su autor que vale la pena leer.