Por Luis Fernando Escalona
Aunque es un término relativamente nuevo, el Ghostwriting es una práctica que lleva muchos años ejecutándose. Se trata en esencia de un escritor que trabaja para un tercero, el cual, pagará al creador por escribir su encargo, desde un artículo hasta un libro entero.
El contratante gozará de los beneficios y regalías y el escritor recibirá su pago, pero nada más. No figurará su nombre en la publicación, pues el que “lo escribió” es el contratante.
Se diferencia de un coautor, por el hecho de que no recibirá crédito ni regalías por la publicación del texto. En contraste, el coautor puede figurar como alguien central del escrito o ser como la parte intelectual que recibirá parte del crédito. Por ejemplo Margaret Weis y Tracy Hickman, autores de la serie Dragonlance. Aquí, tanto ella como él reciben el mismo reconocimiento por la obra.
Rise and walk es la autobiografía de Dennis Byrd. Aunque el crédito más grande lo tiene el exjugador de los Jets de Nueva York, comparte el reconocimiento con Michael D'Orso, coautor de la obra. Lo mismo sucede con el libro del guitarrista Ace Frehley, No regrets, donde se da crédito a Joe Layden y a John Ostrosky.
El escritor fantasma, o ghostwriter, por su parte, habita en las sombras, mientras el contratante goza del reconocimiento y el aplauso por la obra escrita. ¿Es malo esto? En lo absoluto. El escritor fantasma sabe cuál es su función y hasta dónde llega su autoridad sobre la obra. Además, sus actividades deben estar delimitadas por un contrato y por el acuerdo de confidencialidad con el cliente. Sabe que será despojado de todo el crédito y que deberá volver a su sitio, lejos de la ovación, desde donde existe y es pleno: su lugar de escritura.