Ala de Avispa Editores

El llamado de la Joya:

semblanza de Guerreros Celestiales 1 -

El león albino

Si no hay contrato, no hay trato.

Por Alonso Zago

Es interesante cómo se presenta la historia al inicio del libro. El autor parte de lo universal a lo particular, ya que todo comienza en la fuerza creadora del universo, Barlak, quien después de formar el infinito, “hizo brillar una Joya de color rojo que contenía la sabiduría de todo lo existente”.

Barlak crea a la raza humana y a Tres Guardianes de la Joya a quienes entrega fragmentos de la piedra. Ellos son: Planctos, el amo de los mares; Yunuen, la reina de la tierra; e Ícaro, el dueño del cielo. Y aunque pareciera que ellos fungen como algo secundario en la trama, son, de alguna manera, el hilo conductor para todo lo que se va a desarrollar a lo largo de los tres libros que conforman esta saga.

Después, Barlak contempla las creaciones de los Tres Guardianes y decide que otras especies deberían cambiar también: “Así, dotó con las mismas características humanoides a los felinos, reptiles, licantros e insectos, para que convivieran con el hombre y crearan juntos el mundo”.

Sin embargo, los humanos miran con desprecio a estos animales, ya que sus capacidades físicas (y ahora, dotados de intelecto) les hacen pensar que un día tomaran el mundo que, en un principio, les pertenecía a los hombres.

Pero la historia va más allá de los Tres Guardianes. La Joya tiene vida propia y brilla en el corazón de sus elegidos. Ellos son los Guerreros Celestiales, de quienes se cuentan leyendas e historias, principalmente con los Moradores del Camino.

¿Por qué es importante esta semblanza del mundo? Porque debemos llegar, tan sólo en un par de párrafos, a conocer al que, según una profecía, traería el orden a las razas y tendría el poder suficiente para erradicar al mal que dormía, esperando, en el océano.

El autor marca los contrastes entre hombres y animales humanizados, o mutantes, como se les conoce en la historia. Pero no todos los humanos sienten desprecio por ellos. Había uno, Jonathan Breeg, quien creía que el elegido sería un mutante y por el contexto de la profecía, suponía que sería un león albino.

Pero Jonathan murió traicionado y encarga a su discípulo, un hormigo llamado Válmik que se hiciera cargo de entrenar a ese felino.

Aquí comienza la verdadera historia, la historia de Báliak, el león. En el prólogo lo vemos como un cachorro de pelaje blanco y rosada nariz, en un tierno encuentro con el que se convertirá en su maestro: “El leoncito bostezó y abrió los ojos. Eran de un azul celeste muy intenso. Le sonrió al hormigo, y éste, sintiéndose agradecido por la vida de esa criatura, levantó la mano y proyectó una luz muy tenue sobre el rostro del león”.

Uno pensaría que después de leer el prólogo, la línea cronológica del tiempo narrativo cruzaría por la infancia del león, cuando leemos al final “…después de aquel encuentro, Válmik se alejó y esperó el momento indicado para encontrarse de nuevo con el león albino”.

Sin embargo, el autor nos sorprende con un salto cuántico al iniciar el primer capítulo: “Válmik, el hormigo, se precipitó sobre la cascada con una bebé humana en sus brazos”. E inmediatamente nos dice de quién está huyendo: “Estaba seguro de que el león oscuro no le seguiría…”.

Para saber por qué de pronto un leoncito albino se transforma en un león oscuro, te invito a que formes parte de esta historia. Porque, además, hay personajes que tomarán el papel principal de la trama y tendrán una importante misión en las siguientes dos partes de la saga: Yiza, la niña humana; Pénril, un lobo; y Yacaré, un cocodrilo; además de otros que aparecerán en el camino.

Como tú.

La Joya de Barlak te llama, querido lector. Tú también eres un Guerrero Celestial y ahora, formas partes de esta emocionante aventura.